Llega el final del año y con ello la época de recolección de cardos, calabaza, membrillos, granadas, uvas y algunos frutos secos como castañas y nueces.
En esta entrada nos centraremos en el membrillo.
Es una fruta que cuando está madura tiene un color amarillo y su piel está cubierta con una especie de pelusilla, la cual hay que limpiar muy bien si se van a preparar sin pelar. La pulpa es dura y áspera, de color blanco amarillento, y resulta harinosa y poco jugosa. Su forma es muy parecida a la pera, aunque también los hay redonditos.
Así como es una fruta muy aromática, tiene un sabor bastaste amargo, por lo que al natural no se suele comer. Lo más tradicional es consumirlo en forma de dulce, mermelada, jalea o confitura. Está muy rico si lo acompañamos de nueces, o con cualquier tipo de queso, aunque lo más común es con queso fresco. En las sidrerias no falta como postre.
Si hay que comprarlos (algunos tenemos la suerte de tenerlos en la huerta) como en todo, hay que fijarse que no estén golpeados y dependiendo de cuando se vayan a hacer que estén más o menos maduros. El que tengan manchas indica que están muy maduros por lo que se tienen que consumir sin demora.
Hay que recordar que dentro de sus propiedades es bastante astringente.
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